jueves, 17 de junio de 2010

Qué hacer ante una toxiinfección alimentaria

La mayor parte de las infecciones alimentarias son leves y remiten en 24 o 48 horas. Existen, sin embargo, síntomas que delatan su gravedad. Cuando aparezcan, lo mejor es acudir al médico sin dilación.
Ante la mínima sospecha de una toxiinfección alimentaria no hay mejor consejo que acudir lo antes posible al médico de cabecera. Conviene, sin embargo, saber identificar los síntomas y atender pautas de comportamiento que ayudan a afrontar adecuadamente el problema.

Los primeros síntomas

Fiebre Ante la sospecha de una infección alimentaria lo primero que debe hacerse es comprobar la temperatura corporal para saber si se sufre fiebre o no. Normalmente, esto nos va a diferenciar si se trata de una infección o una intoxicación. La fiebre es un mecanismo de alerta originado porque un microorganismo está afectando algún tejido, en este caso del aparato digestivo.

Diarrea. Si hay fiebre, probablemente se trata de una infección, pero puede verse acompañada por vómitos y ocasionalmente también de diarrea. Normalmente la diarrea comienza siendo acuosa y puede pasar a ser mucosa y en casos graves, hemorrágica. Si sufrimos fiebre y diarrea simultáneamente, debemos acudir inmediatamente al servicio de urgencias más próximo.

Vómitos. Una infección puede revestir extraordinaria gravedad si no se controla a tiempo, especialmente si es producida por un microorganismo con elevado potencial patógeno o sobre personas sensibles. Si la diarrea se complica con vómitos, se corre el riesgo de padecer deshidratación. Al estar perdiendo líquidos abundantes y no poder ingerir agua porque se vomita, la persona no repone el agua y los electrolitos que está perdiendo. Si se agrava el proceso será necesario ingresar en el hospital para facilitar la rehidratación. Este hecho es relativamente frecuente en las infecciones por Salmonella y en las infecciones graves de Campylobacter o Escherichia coli.

Síntomas suaves. Puede darse la circunstancia de que a pesar de padecer vómitos y diarrea no se tenga fiebre. En este caso se puede estar asistiendo a un proceso suave de infección o a una intoxicación. Si el responsable de los síntomas es una toxina de las elaboradas por Staphylococcus aureus o Bacillus cereus que actúan sobre el centro nervioso, producirá un vómito incontrolado al que le acompaña un malestar generalizado, dolor de cabeza, mareo, inestabilidad, etc. El cuadro, normalmente remite en menos de 24 horas, y el paciente, aunque débil, se recupera sin problemas y sin secuelas.


Si bien en la mayoría de las ocasiones cuando se sufre una infección al consumir un alimento en mal estado o contaminado los síntomas son leves y no es necesario acudir al médico, se debe prestar especial cuidado si coincide con algunas de las siguientes circunstancias:

La persona afectada es un niño de corta edad o un anciano. En ambos casos el sistema inmunitario no actúa al 100%. En los niños porque aún no se ha desarrollado completamente y en los ancianos porque va a actuar más despacio. En consecuencia sus defensas están disminuidas y los síntomas pueden agravarse.

En una mujer embarazada. Ya que una infección o una intoxicación puede afectar al feto.

En personas inmunodeprimidas, como transplantados o enfermos de SIDA. Su sistema inmunológico no puede luchar contra la infección, lo que empeora los síntomas y provoca consecuencias graves para la salud del afectado.

Cuando la fiebre sea elevada y la diarrea y/o vómitos no remitan.

Cuando concurran síntomas que afecten al sistema nervioso, especialmente a la visión.
En general, cuando la persona afectada acuse mucho los síntomas.
En todas estas circunstancias hay que acudir al médico para identificar el problema. Será él quien decidirá cómo actuar y el tratamiento al que hemos de someternos. Siempre que sea posible, si se sospecha cuál es el alimento que ha provocado la toxinfección, conviene no arrojarlo a la basura por si fuera necesario analizar una muestra. Hasta que se descarte esa opción, el alimento dudoso ha de mantenerse aislado y envasado en plástico o papel de aluminio.

Intoxicaciones graves
Una intoxicación grave presenta síntomas característicos. Estos comienzan a las pocas horas de consumir un producto contaminado. Si bien coinciden en términos generales con las infecciones (fiebre, vómito, diarrea), le acompaña una, al principio leve, pérdida de capacidad visual. El afectado, aunque es capaz de ver, pierde agudeza visual.

Si el malestar aparece tras el consumo de una conserva hay que acudir de inmediato a un servicio médico, en especial si los síntomas se agudizan. Aunque se trata de intoxicaciones poco frecuentes, suelen ser graves: si no se trata a tiempo puede producir una parálisis generalizada de la persona, con la consiguiente muerte por asfixia al inmovilizarse los músculos respiratorios. En estos casos el agente responsable es Clostridium botulinun, presente en conservas caseras en mal estado.

CONSEJOS ÚTILES


La primera medida es acudir al médico, que decidirá cómo actuar y qué tratamiento necesita el afectado.
La aparición de fiebre se debe a que el microorganismo ingerido está afectando algún tejido, normalmente digestivo. La fiebre es un mecanismo de defensa de nuestro organismo ante la acción del agente patógeno. Si existe fiebre, hablamos de una infección.
Si no hay fiebre, puede deberse a un proceso suave o a la existencia de una intoxicación. En estos casos, lo habitual es que haya o vómito o diarrea.
La mayor parte de las veces los síntomas son leves. El cuadro de síntomas acaba desapareciendo a las pocas horas o en menos de dos días. No obstante, hay que mostrar especial cuidado si los afectados son «especiales»: enfermos, ancianos, niños, mujeres embarazadas...
Si sospechamos de algún alimento, conviene no tirarlo a la basura. Lo mejor es mantenerlo en casa, aislado y envasado en plástico o papel de aluminio, por si fuera necesario tomar una muestra para concretar el origen del problema.

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